Érase una vez un chico que le gustaba caminar por el bosque.
Le gustaba ir viendo los pájaros, distintos árboles y flores pero había algo que arrastraba a su pasar, sin saber que lo llevaba a cuesta.
Sin darse cuenta del peso que tiene.
Sin darse cuenta, que está ahí, como una gran tonelada de piedras que su espalda pide a gritos soltar, habla con cada piedra de esa tonelada, se da cuenta que muchas eran miedo, otras tristeza y en su gran mayoría, siendo las protagonistas de este peso, está la rabia.
Una rabia acumulada, de voces que no hablaron, manos que no frenaron, cosas que no se dijeron o deberes obligados.
Y poco a poco en su caminar
Va dejando atrás, cada piedra; dejando un rastro de lo que fué.
Haciendo que su espalda,
Vaya poniéndose más erguida,
Liberándose de esa gran tonelada que una vez le invadía.
Carmen Teresa Barnola Díaz
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